Desplazados por la Sequía

Dos hermanos hondureños debaten qué hacer – ¿irse de su país o quedarse?

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Noel y Alcaldio Martínez son hermanos. Dos de los quince hermanos que conforman su familia. Su relación es muy cercana y hablan por teléfono casi todos los días. Últimamente, debido a la persistente sequía en su país natal, Honduras, han estado teniendo la misma conversación una y otra vez: si vale la pena quedarse en Honduras o si es mejor marcharse del país.

Hasta ahora, sus decisiones han sido opuestas: Alcaldio se quedó en Honduras, Noel se marchó.

Conocí por primera vez a Noel Martínez en su lugar de trabajo en Nueva Orleans, mientras remodelaba un apartamento en Broadmoor, un barrio al que muchos decidieron no volver tras el huracán Katrina. Él, junto con otros 3 hombres, trabajaban en un día en el que la mayoría de las personas se fueron a casa temprano debido a las inundaciones.

Una corriente húmeda llegada desde Centroamérica, a la que los meteorólogos llamaron el ‘Expreso Maya’, llevaba días empapando la región de Nueva Orleans. Cuando les pregunté por qué habían decidido trabajar durante ese temporal, me contestaron que ellos no descansan aunque llueva. Noel se unió a la conversación desde las escaleras.

“[En Honduras], no hay mucho trabajo porque no hay lluvia.”

Esta escasez de lluvias que existe desde hace tiempo en Honduras es la causa de que él esté en los EEUU.

Noel y Alcaldio se criaron en un pequeño pueblo en el Departamento de Yoro, en la región central de Honduras, rodeados de grandes bosques de pino. Los habitantes de la zona esperan las ansiadas lluvias de mayo para plantar sus cultivos y dar de comer a sus animales, como todos los años. Y cuando las lluvias llegan a Yoro, sucede con tanta fuerza, que la gente dice que caen peces del cielo. Para demostrar que esta lluvia de peces es verdadera, los vecinos suben videos a internet grabados con sus celulares donde vemos a los niños jugando en el barro con las manos llenas de pequeños peces

Sin embargo, los últimos cuatro años han sido excepcionalmente secos – y no solo en Yoro. Cada vez está lloviendo menos en Centroamérica, y cada vez la temporada de lluvias comienza más tarde. Las temperaturas máximas han estado rompiendo récords y cultivos básicos como el maíz y los frijoles, o productos para la exportación como el café y los bananos, están sucumbiendo a los hongos, las plagas y a la sequía.

Este es precisamente el patrón que los modelos de cambio climático predicen para la región a medida que las temperaturas globales aumentan. Y es lo que llevó a Noel y a Alcaldio a apostar por diferentes opciones: cruzar la frontera hacia los EEUU en busca de trabajo, o quedarse en Honduras y esperar a que pase la sequía y se normalice el clima.

La elección de Noel

Emigrar a los EEUU no fue la primera opción de Noel. En Honduras él le había pedido un préstamo al banco para comprar químicos para sus cultivos, pero cuando la lluvia no hizo aparición en mayo, perdió su cosecha, y el dinero. Así que vendió su terreno y se fue al norte, a la ciudad, a trabajar cortando palma de aceite. Sin embargo, este trabajo no le pagaba suficiente para mantener a su familia, así que después de cinco años reflexionando, Noel optó por irse aún más al norte, a una ciudad completamente desconocida.

“Todo lo que uno siembra se le pierde y entonces uno toma la decisión de arriesgarse el camino y todo, venirse ilegal para acá”

Mientras que Noel decidió cruzar la frontera, Alcaldio decidió quedarse porque él sí tenía trabajo. Era lechero en un rancho, trabajo normalmente más estable entre temporadas que el de agricultor. Pero las cosas en Honduras estaban complicadas. Tanto, que otro de los hermanos de Noel, que también se quedó, fue asesinado.

“Él se dedicaba a cultivar y por robarle lo que tenía, lo mataron,” dijo Noel. “Todo eso lleva a las personas a cometer violencia por, no sé, por tratar de ahorrar dinero fácil.”

Noel recibió la noticia mientras estaba cruzando la frontera y quiso volver a casa para el funeral, pero su familia le aconsejó que siguiera camino: tanto la violencia como la sequía en Yoro estaban empeorando. El corredor seco que abarca Honduras, El Salvador y Guatemala en Centroamérica ha ido extendiendo sus límites silenciosamente y sumergiendo a agricultores rurales como Noel en la bancarrota y la hambruna. A día de hoy, alrededor de tres millones y medio de personas no tienen acceso a comida y más del doble están sin trabajo.

Seguramente haya escuchado muchas historias acerca de inmigrantes centroamericanos – niños cruzando la frontera solos, cifras históricas de familias desplazándose. Y es posible que haya escuchado decir que son refugiados que huyen de la violencia, y realmente lo son. La violencia, y la sequía que empujó a Noel a marcharse, están conectadas. La sequía deja a tantos sin trabajo, que diferentes estudios —incluso del Departamento de Defensa de los EEUU – confirman que el cambio climático está amenazando la seguridad de estos lugares. Cuando la gente está desesperada tiende a recurrir al crimen, a enfrentarse entre sí, y acaba por marcharse a otros países.

Legalmente, las personas que huyen de la sequía no pueden pedir estatus de refugiado, pero si huyen de la violencia sí pueden hacerlo. Así que eso es lo que la gente pone en sus papeles de inmigración; es lo que queda documentado.

Sin embargo, camuflado tras todo esto, el cambio climático es una razón invisible pero constante.

Solo en Nueva Orleans

Noel llegó a Nueva Orleans hace dos años y medio en busca de una vida mejor, pero últimamente se pasa la mayor parte del tiempo añorando su hogar. Remodela casas durante 12 (a veces 14) horas al día; jornadas que se vuelven largas y solitarias. No ha visto ni a sus cinco hijos ni a su esposa desde que se subió al carro y se fue hace ya 3 años.

“Ni sabe que va volver a mirarlos o no. Muy difícil.”

Cuando está solo en su apartamento, el único punto de conexión que tiene con su familia es su celular. Con el dedo lleno de pintura seca, reproduce los mensajes de voz que le han enviado sus hijas menores, de 3 y 8 años. Supieron que su papá se había lastimado la mano con un taladro, así que le piden que vuelva a casa para poder curarlo.

"Venga, Papi, para curarlo. Lo quiero, Papi, lo extraño..."

Noel no quiere vivir de esta manera, teniendo que criar a su familia a través del celular. Tiene planes de volver algún día, pero es difícil tomar esa decisión cuando todo el mundo depende del dinero que él está ganando en los EEUU. Y esto es lo que Noel le repite una y otra vez a Alcaldio: irse a trabajar a los EEUU para mantener a la familia en Honduras, conlleva el riesgo de no volverlos a ver.

Tiempos de sequía

A pesar de conocer todos los detalles de la vida de Noel en Nueva Orleans – la soledad, las largas jornadas de trabajo, el saber cuánto extraña Noel su vida en Honduras – Alcaldio dice que quiere irse a los EEUU.

“No hace más que pedirme que le ayude a venir acá,” dice Noel. “Le dije: ‘Espérate. Voy a ver cómo está la cosa.’”

No es que Alcaldio simplemente eche de menos a su hermano. Existen otras razones: el año pasado, el dueño del rancho donde Alcaldio trabajaba despidió a todos los trabajadores. Como no llovía, el pasto se secó, y las vacas se estaban muriendo de hambre, así que el dueño del rancho no tuvo más remedio que venderlas.

En el 2016 las cosas empeoraron. Los incendios causados por quemas agrícolas descontroladas se multiplicaron. El humo incluso llegó a impedir que vuelos internacionales aterrizaran en el aeropuerto de Tegucigalpa. Para entonces, el único trabajo que Alcaldio pudo encontrar fue el de guardia de seguridad en los aserraderos, industria nacida a consecuencia de las temperaturas extremas. Éstas hicieron que la población del gorgojo se disparara. Esta plaga arrasó los bosques de pinos en Honduras, y la única manera de acabar con este insecto fue talando los árboles y aprovechando su madera. El problema era tan grave, que el pueblo incluso pidió ayuda al gobierno hondureño.

Noel dice que siempre admiró a su hermano mayor, tan seguro de sí mismo – tanto en el campo de fútbol como en el campo de cultivo. Pero ahora es Alcaldio quien busca en Noel esa confianza que el calor en Honduras le está mermando.

Noel le pide que sea paciente: Espera. ¿Y si en mayo llegan las lluvias?

La decisión de Alcaldio

En abril, los habitantes del pueblo de Noel y Alcaldio habían comenzado a racionar el agua: dos horas de agua por la mañana, dos horas de agua por la noche. Pero éstas no eran suficientes para llenar sus tanques. Alcaldio y sus vecinos estaban perdiendo la esperanza. De repente, algo sucedió que sorprendió y alegró al pueblo: las lluvias de mayo llegaron antes de lo previsto.

“La tierra se humedeció y todos estábamos alegres porque ya no había polvo en el ambiente,” dijo Alcaldio. “El humo que había en el aire desapareció. Los animales que estaban sedientos y tristes por el calor se alegraron también.”

Dice Alcaldio que si cayeran tres aguaceros más, volvería a haber trabajo disponible.

Sin embargo, aunque la lluvia haya cambiado las expectativas laborales de Alcaldio, no ha cambiado su decisión de querer venir a los EEUU.

El origen de la madera que Alcaldio ha estado vigilando, le hizo pensar en el futuro: ésta provenía de pinos que eran esenciales para mantener las temperaturas estables y los patrones de lluvia a largo plazo en la región. Alcaldio no tiene un doctorado, y nunca ha escuchado hablar sobre el cambio climático, pero conoce su tierra y la diferencia que existe entre la temperatura que hace hoy, y el clima que habrá mañana: una tormenta aislada, que sirvió de alivio en esta temporada, no disminuye los riesgos a largo plazo que conlleva un clima impredecible.

Los pinos han desaparecido – debido a las plagas y al calor extremo – y a Alcaldio le preocupa que su tierra natal se convierta en un desierto.

“En el desierto no hay árboles, está todo pelado, no hay sombra… no hay venados, ni culebras, ni pájaros, ningún tipo de animal, es como si la naturaleza ya no existiera aquí. Está destruida.”

Para poder sobrevivir, Alcaldio dice que tendrá que emigrar, tal y como hacen los animales. Su esposa no está de acuerdo, sus cuatro hijos tampoco, pero él dice que es lo que tiene que hacer para poder mantenerlos. Tiene pensado dejarles 3000 lempiras – unos $150 dólares – hasta que consiga cruzar la frontera. Hasta que ese momento llegue, intenta pasar la mayor parte de su tiempo con su hijo menor.

“Ya tiene un año y medio y me conoce. Le llevo a pasear en la moto y cuando no estoy él llora,” dice Alcaldio. “Me va a extrañar mucho, pero es una decisión que he tomado para poder salir adelante, así que se tiene que acostumbrar a estar con su mamá y sus hermanos.”

¿Acá o allá?

Noel sigue soñando con regresar a Honduras. En siete años, dice, piensa comprarse una casa, pero su esposa cree que ya no regresará.

Noel se esfuerza por seguir en contacto. Cuando sus hijos vuelven de clase y prefieren ver televisión en lugar de hablar por teléfono, él les envía videos de las tormentas en Nueva Orleans.

“Les envié un video mostrándoles, ‘Miren cómo está lloviendo!’. Y mi esposa contesta, ‘Y acá que no aguantamos el calor, ya nos prendemos. Está muy caliente.’”

La esperanza es creer que existe una decisión que hará feliz a los dos hermanos y a sus familias. Pero al analizar la situación de cada uno, desde lados opuestos de la frontera, y a pesar de ver lo positivo detrás de cada decisión, también pueden ver las consecuencias negativas de éstas.

Cualquiera que sea la decisión final, acarrea un costo: inundaciones por un lado, sequía por el otro. Soledad acá, pobreza allá.

Y a medida que el clima a nivel global cambia, Noel, Alcaldio, y todos nosotros vivimos en un mundo cada vez más incierto. Desconocemos las consecuencias que tendrán nuestras decisiones, así que hacemos apuestas. Formamos familias, pagamos hipotecas, cambiamos de trabajo, o seguimos con nuestras vidas. Hacemos lo que podemos, y nos aferramos a la idea de que todo saldrá bien.

Traducido por Marina Colorado y Mariana Martínez

sta nota fue producida en colaboración con iSeeChange, un diario comunitario sobre el clima y el tiempo.

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